domingo, 17 de abril de 2016

EL NIÑO SORDO

Hay niños  que nunca parecen oír a la primera. Sus padres se desesperan porque, aunque al final obedecen, tienen que repetirles las órdenes muchas veces para que las cumplan.
El proceso que se da suele ser el siguiente: Uno de los padres da la orden (recoge tu ropa, recoge tus juguetes, etc); el niño no contesta y sigue con lo que estaba haciendo; el adulto repite la instrucción en voz más alta, con tono más imperativo, exigente y amenazándole con algún castigo.
Es posible, que a estas alturas el niño reaccione y emita un tenue "si" o "ya voy", pero el adulto ya enfadado, probablemente, le siga chillando incluso, durante varios segundos después de realizar la orden.
Si analizamos este comportamiento, en términos de conductas aprendidas, nos daremos cuenta de que: el niño, posiblemente, estuviera realizando una conducta placentera para él (ver la t.v., jugar, etc) cuando el adulto le pide que realice una actividad que no le gusta y que además, es incompatible con la anterior, ambas no se pueden llevar a cabo a la vez.
Evidentemente, el niño prefiere seguir con la actividad agradable en vez de realizar la que no le apetece, por lo que decide ignorar las órdenes.
A su vez, el adulto al utilizar un tono más imperativo y amenazador lo que está haciendo, generalmente,  es favorecer  más las conductas de oposición e ignorancia.
La presencia inminente de un castigo suele ser lo que, finalmente, lleva al niño a cumplir la tarea encomendada.

Pero, las conductas mantenidas por evitar o escapar de un castigo desaparecen muy pronto y no se consolidan, sobre todo si el castigo o la amenaza no se ha llevado a cabo, aunque el niño no haya hecho lo que se le pedía.
Por lo tanto, es fácil predecir que en situaciones similares futuras, la atención a éstas órdenes se dará con poca o nula frecuencia.
La conducta del adulto, también es fácil de explicar, ya que pidiendo las cosas de manera adecuada no consigue respuesta. Sin embargo, cuando chilla o amenaza, el niño cumple lo que se le pide. El chillido o la amenaza se convierten en su mayor herramienta, así que tenderá a darse cada vez antes y con mayor frecuencia.
¿QUÉ PODEMOS HACER?
Os enumero algunas orientaciones, a modo de recordatorio, ya que la mayoría las hemos visto en artículos anteriores:
Lo primero, ser conscientes y reflexionar sobre el proceso de estas dinámicas, sobre qué objetivos estamos consiguiendo, qué queremos conseguir y qué podemos cambiar.
Las órdenes deben ser cortas, claras, específicas (mejor decir "guarda los juguetes en el baúl" que "recoge tu cuarto") y de una en una (acordaos de que hay estudios que dicen que tendemos a darles órdenes en cadena, en un número excesivo, en corto espacio de tiempo e, incluso, contradictorias entre ellas).
Hablar delante del niño y no pedírselo a gritos desde otra habitación. Que te mire a la cara para que entienda bien lo que estás pidiendo.
Establecer y anticipar claramente condiciones y consecuencias. Estas tienen que estar pensadas con anterioridad y no ser fruto de un impulso. Así serán más ajustadas, aumentando las posibilidades de que se cumplan y además se podrán aplicar con más calma, tranquilidad y mayor distancia emocional.
Sabemos que las rutinas favorecen el aprendizaje. Organicémoslas de manera inteligente, emparejando el cumplimiento de peticiones con acciones posteriores gratificantes y no al revés.
Vamos a establecer la rutina de recoger la ropa antes de poner sus dibujos preferidos, en vez de poner sus dibujos preferidos y luego pedirle que deje de verlos para recoger su ropa.
Incrementar las peticiones poco a poco, tanto en número, complejidad, nivel de frustración, etc. Con los niños que llevan mucho tiempo sin obedecer, deberemos de empezar por peticiones que lleven implícito un reforzamiento natural (por ejemplo, pedirle que escoja un libro y lo lleve al salón, y allí leerle un cuento o pedirle que lleve su plato a la mesa y después llenarlo con su comida favorita, etc).
Reforzar tanto aproximaciones como éxitos de manera explícita (alabarle, besarle, abrazarle, etc). Debemos promover que se sientan orgullosos de las cosas bien hechas, no hay mayor reforzador.
Por último, tener paciencia y constancia. Los cambios son lentos pero con convencimiento se consiguen.
Espero que os haya parecido interesante.
Un saludo.

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